Vistas de página en total

lunes, 6 de diciembre de 2010



El nacimiento y la infancia de Jesús
Introducción
En su encíclica Redemptoris Mater al hablar del sentido del Año Mariano, decía S.S. Juan Pablo II que "deberá promover también una nueva y profunda lectura de cuanto el Concilio ha dicho sobre la Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios y de la Iglesia" (n. 48). Pero no se trata de una mera lectura de los textos conciliares, en cuanto doctrinales, "se trata aquí no sólo de la doctrina de fe, sino también de la vida de fe y, por tanto, de la auténtica "espiritualidad mariana” considerada a la luz de la Tradición y, de modo especial de la espiritualidad" (ig.).

Para realizar esta renovación, el santo Padre exhortaba a recurrir a lo que llama "fuente riquísima": "la experiencia histórica de las personas y de las diversas comunidades cristianas, que viven entre los distintos pueblos y naciones de la tierra" (ig.). El contacto con esa fuente ha de enriquecer la vida de piedad filial mariana de todo el pueblo de Dios.

Buscando hacerse eco de esta iniciativa del Romano Pontífice, la revista "Vida y Espiritualidad" publica en esta ocasión un texto, inédito en español, del gran maestro de la escuela francesa de espiritualidad Cardenal Pedro de Bérulle.

El Cardenal Pedro de Bérulle (1575-1629) es una figura de suma importancia para la vida de la Iglesia en su tiempo. Difícil sería hacer justicia a todos los aspectos de su actuación. Fundador del Oratorio de Francia, es también él quien introduce el carmelo teresiano en su patria y participa en la reforma de diversas familias religiosas. No se puede olvidar su labor en la reforma de la formación sacerdotal, buscando hacer efectivas las prescripciones del Concilio de Trento.

Pero parece indudable que la trascendencia de la figura de Pedro de Bérulle se debe ante todo a su labor como escritor. Aunque buena parte de su obra escrita son sus brillantes polémicas contra la herejía lo que más destaca son sus escritos espirituales. Resulta sintomático que sea un escrito sobre la abnegación, el “Breve discurso sobre la abnegación interior” el primero publicado por nuestro autor a la precoz edad de 18 años. También su último escrito publicado, fruto maduro aunque inconcluso, es un tratado de doctrina espiritual, “La vida de Jesús”; que sólo logró comenzar pues abarca tan sólo el designio de la Encarnación y algunas de sus circunstancias, sin llegar a exponer el nacimiento.

Igualmente sintomático del pensamiento berulliano es que esta última obra contenga algunos de los más bellos pasajes mariológicos del autor. Este hijo piadosísimo de la Madre del Redentor había de cerrar su labor de escritor con un himno de amor a Aquella que, para de Bérulle, era inseparable de su Hijo, el Verbo hecho carne en el seno de María. Toda la doctrina mariana del Fundador del Oratorio de Francia gira, en efecto, en torno al misterio de la Encarnación, que es también el núcleo de su doctrina espiritual. Si todo el sistema de quien fuera llamado "Apóstol del Verbo Encarnado" se caracteriza por su cristocentrismo, esto vale también para su aproximación a la Madre del Verbo Encarnado.

La Encarnación —según insiste de Bérulle a lo largo de toda su obra y en especial en su trabajo más importante, el "Discurso sobre el estado y las grandezas de Jesús"— ha cambiado radicalmente las relaciones entre Dios y el hombre. La realidad del pecado había roto el vínculo entre Dios y el hombre. Solamente a través del bautismo, incorporándose a Cristo, es posible volver a relacionarse con Dios. La actitud interna que corresponde a esa incorporación la llama Bérulle adherencia: el hombre debe esforzarse conscientemente por conformar toda su vida interior con la vida interior de Jesús, con los estados del Verbo Encarnado. Entre estos estados, el de Hijo de María tiene un rol particular: "no podemos conocer al Hijo de Dios solo, sino al Hijo de Dios con su Madre, no podemos unirnos al Hijo de Dios solo sino al Hijo de Dios y a su Madre juntos".

El texto que presentamos, tomado de "Obras de Piedad”, es una hermosa reflexión, que partiendo del misterio del silencio de Jesús y de María, conduce a una meditación cristológica sobre la Encarnación. A partir de la riqueza de su doctrina y piedad mariana, el texto permite una aproximación a las líneas fundamentales de la visión beruliana de la vida cristiana.
El silencio de Jesús
1.- Mientras que el Hijo de Dios se encuentra en silencio e incluso en impotencia de hablar de su infancia, debemos hablar por él, y lo debemos hacer, tanto más voluntariosamente cuanto es que, es por nosotros que se halla en este humilde estado de silencio y de impotencia, porque por su propio ser y por su nacimiento eterno, El es el Poderío, la Palabra y la Sabiduría de su Padre. Reconociendo entonces lo que El es en la Divinidad, contemplemos lo que se digna ser en nuestra humanidad, y veamos cuánto será el poderío de su amor y la grandeza de su bondad que le han reducido a este estado de pequeñeces y de impotencia. Adoremos, admiremos un estado tan abyecto y un ser tan grande y una tal debilidad y un tal poder.

2.- Me gustaría mucho más oír hablar de Jesús, que hablar de El: este estado de silencio que veo en Jesús me arrebata y me atrae en silencio, como veo también que arrebató entonces y atrajo en silencio a su Muy Santa Madre. Elegiría con mayor voluntad estar en compañía de - Jesús y de María, en su silencio, que con todo el resto del cielo y de la tierra, que incluso con todos aquellos que, en provecho del Evangelio, hablan tan elevada y divinamente de las maravillas que han acontecido en esos días. Ese silencio sacralizado es más propio para honrar cosas tan grandes y tan profundas, y para reverenciar dignamente las grandezas ocultas de Jesús en sus abajamientos, su dignidad velada por nuestra humanidad, sin poder y sabiduría increadas, cubiertas por la impotencia y la puerilidad que nuestros ojos perciben.
El silencio de la Virgen
3.- Así es también la participación de la Virgen en este tiempo santo de permanecer en silencio: es su estado; es su camino, es su vida. Su vida es una vida de silencio que adora la Palabra Eterna. Viendo delante de sus ojos, en su seno, en sus brazos a esta misma Palabra, la Palabra sustancial del Padre, ser enmudecida y seducida al silencio por el estado de su infancia, ella entra en un nuevo silencio y es allí transformada a ejemplo del Verbo Encarnado que es el Hijo, su Dios y su único amor. Su vida transcurre así de silencio en silencio, de silencio de adoración a silencio de transformación, su espíritu y sus sentidos cooperan igualmente en formar y perpetuar en ella esta vida de silencio.

Sin embargo, un sujeto tan grande, tan presente y tan propio a ella sería muy digno de sus palabras y de sus alabanzas. ¿A quién pertenece más Jesús que a María, que es su Madre? Y, esto que no conviene sino a ella, ella es su Madre sin padre en la tierra, como Dios es su Padre sin madre en el Cielo. ¿Quién entonces tiene más derecho de hablar que Ella, que Ella que le hace de padre y de madre a la vez, y no comparte con nadie la nueva substancia de la cual El la ha revestido? ¿Quién conoce mejor el estado, las grandezas, los abajamientos de Jesús que María, en quien El ha reposado nueve meses y de la cual ha tomado ese pequeño cuerpo que cubre el esplendor de la divinidad, como una nube ligera que tapa un sol, y como un velo delicado que nos oculta el verdadero santuario? ¿Quién hablaría más dignamente, más altamente, más divinamente de cosas tan grandes, tan profundas, tan divinas, que aquella que es la Madre del Verbo Eterno, en la cual y por la cual estas cosas incluso han acontecido y que es la única persona que la Trinidad ha escogido y adherido a sí para operar estas maravillas?.

Y, sin embargo, ella está en silencio, arrebatada por el silencio de su Hijo Jesús. Es uno de los efectos sagrados y divinos el introducir a la muy Santa Madre de Jesús en una vida de silencio, silencio humilde, profundo, adorando más santamente y más elocuentemente la Sabiduría encarnada que las palabras de los hombres o de los ángeles. Este silencio de la Virgen no es un silencio de balbuceo y de impotencia, es un silencio de luz y de arrobamiento, es un silencio más elocuente en las alabanzas a Jesús, que la elocuencia misma. Es un efecto poderoso y divino en el orden de la gracia, es decir, un silencio operado por el silencio de Jesús que imprime este divino efecto en su Madre, que la atrae a sí en su propio silencio, y que absorbe en su divinidad toda palabra y pensamiento de su creatura.
Jesús y María solos en el silencio
Así también es una maravilla el ver que en esta etapa de silencio y de infancia de Jesús, todo el mundo hable y María no diga palabra: el silencio de Jesús tiene mucho más poder para tenerlo en un silencio sagrado que las palabras de los ángeles y de los santos. No tienen la fuerza de traerla a conversación y hacerla hablar de cosas tan dignas y laudables que el cielo y la tierra unánimemente celebran y adoran. Los ángeles hablan allí, y entre ellos mismos y con los pastores, y María está en silencio. Los pastores corren y hablan; María está en reposo y en silencio. Llegan los reyes, hablan y hacen hablar a toda la ciudad, todo el Estado, todo el Sacro Sínodo de Judea; María está en retiro y en silencio. Todo el estado está conmovido, cada uno se asombra y habla del nuevo Rey buscado por los reyes; María se encuentra en tranquilidad y en su sagrado silencio. Simeón habla en el Templo y Ana la profetisa y todos aquellos que esperan la salvación de Israel; María ofrece, da, recibe, lleva a su hijo en silencio: tan así tiene el silencio de Jesús, el poder y la impresión secreta sobre el espíritu y el corazón de la Virgen y la tiene poderosamente y divinamente ocupada y arrebatada en silencio.

Porque por todo el tiempo de su infancia, no tenemos sino estas palabras que nos informan de la conducta de la Virgen, de su piedad en el cuidado de su Hijo, de cosas que son dichas de él y cumplidas en El: "María conservaba consigo estos recuerdos y los meditaba en su corazón" (Lc 2,19). He aquí el estado y la ocupación de la Virgen, he aquí su ejercicio y su vida al cuidado de Jesús durante su santa infancia.
Es por deber que Bérulle habla
4.- A su ejemplo yo quisiera ser y vivir en silencio y conservarlo a su imitación. Pero yo no me poseo y debo conducirme según mis deberes y no según mis propios pensamientos. Mi deber y mi condición me obligan a hablarle, y entre nosotros yo no puedo hablar sino es de Jesús. El es nuestra vida, nuestra salud y lo que nos colma. Y ya que este santo tiempo, el tiempo propio del Verbo encarnado, está destinado a honrar su advenimiento y sus primeros misterios, consagro mi espíritu y mi lengua a un sujeto tan digno. Quiero hablarle de su advenimiento y de sus primeros pasos en el mundo. Porque soy deudor de todos; quiero hablar a todos, y hablaré a aquellos de los cuales me siento alejado, nos servirán como vías por las cuales los ausentes se hacen presentes, para hablarse mutuamente y entretenerse juntos.
El reinado de Dios sobre la tierra
5.- Yo os diría además que. el Consejo más grande que haya jamás habido en el secreto de la Divinidad, es el que el Padre eterno tuvo acerca de su Hijo para enviarlo al mundo. Se trata de un asunto de Estado; y el más grande asunto del mayor Estado que habrá jamás. Se trata de un asunto que trata del Estado del Hijo de Dios fuera del de su Padre. Se trata de un asunto acerca del estado del cielo y de la tierra, se trata de un asunto de Estado que tiene que ver con Dios mismo. En este negocio se trata del reinado de Dios: ya que Dios que reina en sí mismo y en su unidad propia quiere reinar fuera de sí mismo y en la diversidad de sus creaturas. Quiere llenar el cielo y la tierra de su grandeza, quiere establecer sobre la tierra un reinado celeste; quiere crear un reinado que debe romper y reunir todos los reinados del mundo; en un reinado, digo, que debe durar eternamente como él es eterno, ya que a un rey divino y eterno corresponde un reinado eterno y divino.

Ese reinado comienza en este misterio que porta el estado, y el estado eterno del Hijo de Dios hecho hombre, en medio de los ángeles y los hombres, a la vista de la tierra y del cielo, es el estado, la obra y el misterio donde Dios reina y por el cual él reina en sus creaturas. ¿Quién no adorará, quién no se arrebatará fuera de sí mismo ante la idea de tan gran Consejo para tan grande asunto? ¿Quién no se aplicará a un tema tan grande y universal, que concierne al envío del Hijo de Dios al universo para el bien del universo? Este envío es ordenado por el Padre eterno y acatado por su Hijo Unico; las dos primeras personas de la Divinidad. En este envío se trata de la Sabiduría increada pero encarnada; de- la Virtud del Padre, pero cubierta con nuestra debilidad; del Rey de los siglos pero nacido en el tiempo, del Señor de los ángeles, del Salvador de los hombres, pero hecho oprobio de los hombres y fugado a Egipto. El tema es común a todos y propio de todos: El es Altísimo pero se abaja a todos; tema grande, alto, inefable, pero útil a todos y aplicable a todos. Los sabios, los reyes, las gentes, los grandes y pequeños, los hombres y los ángeles, tienen parte en este tema; él es accesible (doméstico) a todos, y maldición eterna para todos aquellos a quienes les será extraño.
Estemos atentos a los designios de Dios
Estemos entonces atentos a este objeto y hagámosle familiar a nuestros sentidos y a nuestro espíritu: nunca nos aplicaremos a cosa mas grande ni más útil, más alta ni más profunda ni sublime, más familiar ni más deliciosa. Veamos que el Hijo único de Dios, por voluntad del Padre viene al mundo para la salvación del mundo. En este grande y feliz viaje de una persona de tan grande estima y por un tan grande designio, ¿quién no estará atento a la menor circunstancia?, ¿quién tendrá nada de pequeño donde todo es tan grande, donde cada cosa por pequeña qué sea toca tan de cerca a la Divinidad misma?, ¿quién no observará con voluntad los pasos de aquel que llega y que es esperado por tantos siglos? ¿Cuál será el bienaventurado lugar donde tenga sus primeras moradas y su primer retiro? Estos eran los deseos de quien en el Cantar se interroga tan ansiosamente por el arribo, morada y los momentos de su bien amado: "Dime, entonces, ¿a quién ama tu corazón, dónde apacientas el rebaño, dónde lo llevas a sestear a mediodía?" (Cant 1,6). Ella lo buscaba, lo esperaba en el esplendor del mediodía, y él quería venir al alba y a la aurora de la mañana. Estos deben ser nuestros primeros cuidados y pensamientos. Este será también uno de los primeros temas de este discurso.
Humildad de Jesús
6.- El Hijo de Dios se anonada de cierta manera, y toma las prendas y el estado de Servidor, como ya ha tomado la naturaleza y el Padre quiere que en ese mismo abajamiento él permanezca en su calidad y dignidad de Hijo y de Soberano. Ya que el hijo se complace tanto en este abajamiento, el Padre le acuerda que le pida poder sobre el universo, ya que pedir es propio de su condición nueva y baja; y que le sea concedido, ya que es un poder que conviene a su condición natural y personal, a una humanidad deificada, es decir, elevada al seno de la divinidad. Jesús, entonces, se lo pide y lo recibe.

Aquel a quien ves tendido en un pesebre es el soberano del Universo, y recibe el poder y las patentes en esta cuna. Este, su poder, será pronto reconocido por hombres y ángeles, pastores y magos, en fin por todo el universo. Pero Jesús por una humildad constante y nueva, recibiendo el nuevo derecho de este poder, se priva al mismo tiempo de su uso, para salvación de los hombres y gloria de su Padre. Esta privación es tanto más alta cuanto va unida a una dignidad tan grande. Y no obstante este poder suyo, habita en el establo, en el pesebre, entre el buey y el asno, tan perseverante en su abajamiento como es perseverante en su grandeza: ya que el uno va unido a la otra, ninguno es anulado por el otro.
La alianza del Hijo de Dios con nuestra naturaleza
7.- El viaje está señalado: es el Padre Eterno quien lo ordena y envía a "aquel que debe venir". Es su propio Hijo quien viene y es enviado por El: las dos Primeras Personas de la Divinidad. ¿Quién no será curioso para observar los pasos y paradas de aquel que es tan deseado, tan esperado, y cuyo advenimiento tan saludable? ¿Quién no estará deseoso de contemplarle en su advenimiento y observar sus primeros pasos en este viaje bienaventurado?

Al venir al mundo da sus primeros pasos en Nazaret. El Hijo Unico de Dios que viene al Universo, por el cielo y la tierra, los ángeles y los hombres, y toda creatura, queriendo sin embargo hacerse hombre e Hijo del Hombre, y no ángel; quiere también comenzar a unir, no en el cielo sino en la tierra, no entre los ángeles, sino entre los hombres. Mira desde lo más alto del cielo la redondez de la tierra y escoge este hemisferio para nacer allí y poner allí su morada. Dentro de ese hemisferio mira la Judea, como su tierra donde habita su nombre, es conocido como la tierra donde habita su pueblo que le sirve y espera, pueblo del cual y en medio del cual quiere nacer, en la Judea y en la Galilea. Su primer paso es en Nazaret y su primera morada es la Virgen de Nazaret.

Es el primer paso del Hijo de Dios que viene al mundo, es su primera morada tomar carne de la Virgen y reposar en su vientre por nueve meses cumplidos. Allí El se da a la naturaleza; Dios está aquí enclaustrado en el seno de la Virgen, y la tierra no toma aquí parte alguna.
Está más en la Virgen que vive sobre la tierra que sobre la tierra, porque sólo la Virgen toma parte aquí y no forma todavía parte distinta y separada de ella.

Es necesario pasar adelante y avanzar en este viaje. Señalemos cuál será el segundo paso del Hijo de Dios en este mundo: se trata de Belén, que pasando Galilea en la tierra de Judá en la ciudad de David; El se hará visible a nuestros ojos y se expondrá a la vista y al gozo de su pueblo; los ángeles se rinden a sus píes, los pastores acuden y los reyes se acercan

jueves, 2 de diciembre de 2010

NUEVE PRIMEROS VIERNES DEL MES


PRIMER VIERNES [Ir al principio de esta página]


Yo te prometo, en el exceso de la misericordia de mi corazón, que mi amor omnipotente concederá a todos los que comulguen los primeros viernes de mes, durante nueve meses consecutivos, la gracia de la penitencia final, y que no morirán en mi desgracia, ni sin recibir los Santos Sacramentos, asegurándoles mi asistencia en la hora postrera.

¡Oh buen Jesús, que prometisteis asistir en vida, y especialmente en la hora de la muerte, a quien invoque con confianza vuestro Divino Corazón! Os ofrezco la comunión del presente día, a fin de obtener por intercesión de María Santísima, vuestra Madre, la gracia de poder hacer este año los nueve primeros viernes que deben ayudarme a merecer el cielo y alcanzar una santa muerte. Amén.
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS VIERNES
Jesús mío, os doy mi corazón..., os consagro toda mi vida..., en vuestras manos pongo la eterna suerte de mi alma... y os pido la gracia especial de hacer mis nueve primeros Viernes con todas las disposiciones necesarias para ser partícipe de la más grande de vuestras promesas, a fin de tener la dicha de volar un día a veros y gozaros en el cielo. Amén.

__________


SEGUNDO VIERNES [Ir al principio de esta página]

Les daré todas las gracias necesarias a su estado.
Jesús misericordioso, que prometisteis, a cuantos invoquen confiados vuestro Sagrado Corazón, darles las gracias necesarias a su estado: os ofrezco mi comunión del presente día para alcanzar, por los méritos e intercesión de vuestro Corazón Sacratísimo, la gracia de una tierna, profunda e inquebrantable devoción a la Virgen María.
Siendo constante en invocar la valiosa providencia de María, Ella me alcanzará el amor a Dios, el cumplimiento fiel de mis deberes y la perseverancia final. Amén.
ORACIÓN FINAL. Jesús mío, os doy mi corazón...

__________

TERCER VIERNES [Ir al principio de esta página]

Pondré paz en las familias. Bendeciré los lugares donde se venera la imagen de mi Corazón.
Jesús amantísimo, que prometisteis bendecir las casas donde se venera la imagen de vuestro Sagrado Corazón, yo quiero que ella presida mi hogar; os ofrezco la comunión del presente día para alcanzar por vuestros méritos y por la intercesión de Vuestra Santa Madre que todos y cada uno de los miembros de mi familia conozcan sus deberes; los cumplan fielmente y logren entrar en el cielo, llenas las manos de buenas obras.
¡Oh Jesús, que os complacéis en alejar de nuestro hogar las disensiones, las enfermedades y la miseria! Haced que, nuestra vida sea una no interrumpida acción de gracias por tantos beneficios. Amén.
Jesús mío, os doy...

__________


CUARTO VIERNES [Ir al principio de esta página]

Seré su consuelo en todas las tribulaciones.
Jesús mío, que prometisteis consuelo a cuantos a Vos acuden en sus tribulaciones: os ofrezco mi Comunión del presente día para alcanzar de vuestro Sagrado Corazón y del Corazón Inmaculado de vuestra Madre Santísima la gracia de venir al Sagrario a pedir fuerza y consuelo cuantas veces me visiten las penas. ¡Oh Jesús, oh María, consolad y salvad a los que sufren! ¡Haced que ninguno de sus dolores se pierda para el cielo! Amén.
Jesús mío, os doy…

__________


QUINTO VIERNES [Ir al principio de esta página]

Derramaré copiosas bendiciones en todas sus empresas.
Jesús mío, que prometisteis bendecir los trabajos de cuantos invoquen confiados Vuestro Divino Corazón: os ofrezco la comunión del presente día para alcanzar por vuestra Santísima Madre la gracia de que bendigáis mis estudios..., mis exámenes..., mi oficio..., y todos los trabajos de mi vida.
Renuevo el inquebrantable propósito de ofreceros cada mañana al levantarme, y por mediación de la Santísima Virgen, las obras y trabajos del día..., y de trabajar con empeño y constancia para complaceros y alcanzar en recompensa el cielo. Amén.
Jesús mío, os doy...

__________


SEXTO VIERNES [Ir al principio de esta página]

Los pecadores hallarán en mi Corazón un océano de misericordia.
Sagrado Corazón de Jesús, siempre abierto a los pecadores arrepentidos: os ofrezco la comunión del presente día para alcanzar por vuestros méritos infinitos y por los de vuestra Santísima Madre la conversión de cuantos obran mal. Os suplico, ¡buen Jesús!, inundéis su corazón de un gran dolor de haberos ofendido. Haced que os conozcan y os amen. Dispensadme la gracia de amaros más y más y en todos los instantes de mi vida, para consolaros y reparar la ingratitud de quienes os olvidan. Amén.
Jesús mío, os doy…

__________


SÉPTIMO VIERNES [Ir al principio de esta página]

Las almas tibias hallarán fervor. Las almas fervorosas llegarán presto a la perfección.
Sin vuestro auxilio, Jesús mío, no podemos avanzar en el camino del bien. Señor, por mediación de la Virgen María, os ofrezco la comunión de este día para que avivéis en mi alma el amor a vuestro Corazón Sagrado y concedáis este amor a cuantos no lo sienten. Ayudado de vuestra divina gracia lucharé, Señor, para que cada semana..., cada mes..., avance un poco en la virtud que más necesito. Amén.
Jesús mío, os doy…

__________


OCTAVO VIERNES [Ir al principio de esta página]

Daré a cuantos trabajan por la salvación de las almas el don de ablandar los corazones más endurecidos.
Sagrado Corazón de Jesús, que prometisteis inspirar a los que trabajan por la salvación de las almas aquellas palabras que consuelan, conmueven y conservan los corazones; os ofrezco mi comunión de hoy para alcanzar, mediante la intercesión de María Santísima, la gracia de saber consolar a los que sufren y la gracia de volver a Vos, Señor, a los que os han abandonado.
¡Dulce Salvador mío, concededme y ayudadme a salvar almas! ¡Son tantos y tantos los desgraciados que empujan a los demás por el camino del vicio y del infierno! Haced, Señor, que emplee toda mi vida en hacer mejores a los que me rodean y en llevarlos conmigo al cielo. Amén.
Jesús mío, os doy...

__________


NOVENO VIERNES [Ir al principio de esta página]

Guardaré recuerdo eterno de cuanto un alma haya hecho a mayor gloria de mi Corazón. Los que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en mi Corazón, de donde no será borrado.
Os ofrezco, Jesús mío, la Comunión del presente día para alcanzar la gracia de saber infundir en el alma de cuantos me rodean ilimitada confianza en vuestro Corazón Divino. Dadme cuanto necesito para llevar a Vos a los que luchan..., a los que lloran..., a los caídos..., a los moribundos... Y dignaos, ¡oh Jesús!, escribir hoy mi nombre en vuestro Corazón y decir a los ángeles que rodean vuestro Tabernáculo: «Este nombre es el de un devoto que, amándome mucho, quiere consolarme del olvido e ingratitud de tantos hombres.» Amén.
Jesús mío, os doy…

NOVENA DE CONFIANZA AL SAGRADO CORAZÓN


NOVENA DE CONFIANZA
AL SAGRADO CORAZÓN


Oh Señor Jesús, a tu Sagrado Corazón yo confío esta intención... Solo mírame, entonces haz conmigo lo que tu Corazón indique. Deja que tu Sagrado Corazón decida...Yo confío en ti... Me abandono en tu Misericordia, Señor Jesús! Ella no me fallará. Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío. Sagrado Corazón de Jesús, creo en tu amor por mi. Sagrado Corazón de Jesús, que venga tu Reino.

Oh Sagrado Corazón de Jesús, te he pedido por tantos favores, pero con ansias te imploro por esta petición. Tómala, ponla en tu abierto y roto corazón, y cuando el Padre Eterno la mire, cubierta por tu Preciosa Sangre, no podrá rehusarla. Ya no sera mas mi oración, sino la tuya, Oh Jesús.

Oh Sagrado Corazón de Jesús, pongo toda mi confianza en Ti. Nunca permitas que me confunda...

Amén

ORACIÓN DE SAN AGUSTÍN

ORACIÓN DE SAN AGUSTÍN

Señor Jesús, que me conozca a mi
y que te conozca a Ti,
Que no desee otra cosa sino a Ti.
Que me odie a mí y te ame a Ti.
Y que todo lo haga siempre por Ti.
Que me humille y que te exalte a Ti.
Que no piense nada más que en Ti.
Que me mortifique, para vivir en Ti.
Y que acepte todo como venido de Ti.
Que renuncie a lo mío y te siga sólo a Ti.
Que siempre escoja seguirte a Ti.
Que huya de mí y me refugie en Ti.
Y que merezca ser protegido por Ti.
Que me tema a mí y tema ofenderte a Ti.
Que sea contado entre los elegidos por Ti.
Que desconfíe de mí
y ponga toda mi confianza en Ti.
Y que obedezca a otros por amor a Ti.
Que a nada dé importancia sino tan sólo a Ti.
Que quiera ser pobre por amor a Ti.
Mírame, para que sólo te ame a Ti.
Llámame, para que sólo te busque a Ti.
Y concédeme la gracia
de gozar para siempre de Ti. Amén.

ORACIÓN PARA IRRADIAR A CRISTO

ORACIÓN PARA IRRADIAR A CRISTO(JOHN HENRY NEWMAN)

Amado Señor,
Ayúdame a esparcir tu fragancia donde quiera que vaya.
Inunda mi alma de espíritu y vida.
Penetra y posee todo mi ser hasta tal punto que toda mi vida solo sea una emanación de la tuya.
Brilla a través de mí, y mora en mi de tal manera que todas las almas que entren en contacto conmigo puedan sentir tu presencia en mi alma.
Haz que me miren y ya no me vean a mí sino solamente a ti, oh Señor.
Quédate conmigo y entonces comenzaré a brillar como brillas Tú; a brillar para servir de luz a los demás a través de mí.
La luz, oh Señor, irradiará toda de Ti; no de mí; serás Tu, quien ilumine a los demás a través de mí.
Permíteme pues alabarte de la manera que más te gusta, brillando para quienes me rodean.
Haz que predique sin predicar, no con palabras sino con mi ejemplo, por la fuerza contagiosa, por la influencia de lo que hago, por la evidente plenitud del amor que te tiene mi corazón. Amén.

MOTIVOS DE LA EJECUCION DE JESUS



Motivos de la ejecución de Jesús

Como se ha dicho antes, la inmensa mayoría de los investigadores coincide en que Jesús murió crucificado por orden de las autoridades romanas de Judea. Los ejecutados por crucifixión eran generalmente esclavos y sediciosos; por ello, hay un gran consenso en cuanto a que el delito por el que Jesús fue crucificado fue el de sedición contra las autoridades romanas. Un fuerte argumento en favor de esta hipótesis es la inscripción que, según los cuatro evangelios,134 se colocó en la cruz por orden de las autoridades romanas, en la que se llama a Jesús "rey de los judíos"; se sabe que era costumbre en la época dar a conocer mediante un rótulo la naturaleza del delito de los ejecutados.135 También se ha aducido en favor de esta hipótesis el relato del prendimiento de Jesús en el Evangelio de Juan (Jn 18, 3-12), que hace referencia a la intervención de soldados, tal vez romanos. Sin embargo, esta imagen de un Jesús sedicioso no se ajusta a la visión general que del personaje se nos da en los evangelios, ya que en ningún momento se nos presenta a Jesús en confrontación directa con las autoridades romanas.
Otra posibilidad es que la crucifixión de Jesús hubiese obedecido a la instigación de las autoridades judías de Jerusalén, quienes habrían presionado al gobernador romano para que ejecutase a Jesús. De hecho, esta posibilidad se ajusta perfectamente a lo relatado en los evangelios, según los cuales Jesús fue en primera instancia juzgado por el Sanedrín, y solo después conducido ante Pilatos. Las razones entonces habría que buscarlas en la acusación de blasfemia hecha por el Sanedrín (Mc 14,63), tal vez en relación con la profecía de la destrucción del Templo. Esta hipótesis, sin embargo, también presenta problemas.
Se cree, en líneas generales, que existe una cierta tendencia en los evangelios a exculpar a Pilatos de la responsabilidad de la muerte de Jesús, y a culpar, en cambio, a los judíos. Debe tenerse en cuenta que, en la época supuesta de la redacción de los evangelios, los primeros cristianos sufrieron con frecuencia persecuciones por parte de los judíos ortodoxos; por otra parte, para evitar despertar el recelo de las autoridades romanas en las primeras décadas del cristianismo, podría haber resultado conveniente soslayar que el fundador de la nueva religión había sido ejecutado por sedición. Hasta qué punto esto es así es objeto de debate, aunque en la actualidad hay bastante acuerdo en cuanto a que el relato del proceso de Jesús tal y como se narra en los evangelios no puede ser considerado plenamente fiel a los hechos.136

CRONOLOGIA DE SU MUERTE


Cronología

Ninguna de las fuentes ofrece una fecha exacta para la muerte de Jesús. Sin embargo, tanto las fuentes sinópticas como el Evangelio de Juan coinciden en que Jesús murió un viernes. Según los sinópticos, este viernes coincidió con el primer día de la fiesta de Pésaj (Pascua judía), que se celebraba el día 15 del mes hebreo de Nisán. El Evangelio de Juan, en cambio, indica que la muerte de Jesús ocurrió el día anterior a dicha fiesta (es decir, el 14 de Nisán), la tarde en la que en el Templo de Jerusalén se sacrificaban los corderos pascuales. Se ha indicado que la información dada por Juan puede estar motivada por su intención de identificar a Jesús como el verdadero Cordero de Dios, ya que su muerte, en el relato joánico, tiene lugar a la misma hora en que en el templo se sacrificaban los corderos para la fiesta de Pascua.131
Todas las fuentes están de acuerdo en que la ejecución de Jesús tuvo lugar durante el mandato de Poncio Pilato (26-36). Si se acepta como cierta la información que aportan los sinópticos, la muerte de Jesús pudo haber ocurrido en el 27 ó el 34, ya que en estos dos años el 15 de Nisán cayó en viernes. Si se cree, en cambio, que la información más fidedigna es la aportada por el Evangelio de Juan, las fechas posibles son el 30 y el 33, años en los que el 14 de Nisán fue viernes.
Algunos autores han intentado armonizar los datos aportados por los sinópticos y por Juan, apelando al uso de dos calendarios diferentes (un calendario lunar oficial y otro solar, utilizado por losesenios). No hay indicios, sin embargo, de que Jesús siguiese otro calendario diferente del que regía las festividades oficiales.132
Aunque la tradición cristiana considera generalmente que, en el momento de su muerte, Jesús tenía 33 años, es perfectamente posible que tuviera una edad superior, dado que, como se dijo más arriba, posiblemente nació antes del 4 a. C. (fecha de la muerte de Herodes el Grande).133 El número 33 con el tiempo ha acabado adquiriendo un sentido simbólico y ha sido empleado por organizaciones como la masonería, que divide su escalafón en 33 grados (siendo el 33 el grado superior).